Gris tirando a nada

NO SOY quién para dar consejos a políticos; créase en mi mejor voluntad. Se trata de Rajoy: de su tendencia, mientras bizquea, a privatizar la enseñanza y la sanidad, con la eficaz colaboración de sus mujeres. (¿Por qué éstas no le aconsejan que sus ojos no patinen cuando se desconcierta o que se afeite esa barba de chino jubilado?) Parece una declaración, no de amor sino de egoísmo, oponerse a las bodas homosexuales por el simple hecho de que él ya esté casado. Y que crea en algún mandamiento de la Iglesia: ya el aborto es cuestión de dinero. Ignoro si a él le suena la palabra carisma o la confunde con la de soñarrera. Leyendo En confianza se entiende más: la laxitud sentida e inspirada, la sensación de marioneta que mueven manos adivinables, la pereza, la ausencia de entusiasmo, contagiosa; la ira del acostumbrado a ser obedecido y temeroso por dejar de serlo... Esa impresión de obrar, hablar y vivir, en nombre de otro, una vida ajena. ¿No se mira al espejo? ¿No rompería, un Miércoles de Ceniza, el armario gris de sus disfraces? Quizá en Santa Pola... Si no, en el fondo, siempre andará desnudo.